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Mensaje por ricardo perales 9/4/2011, 3:35 pm

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«Llamamos ante todo a los hijos de la Iglesia a tomar conciencia cada vez mayor de su responsabilidad: "Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo"»[1].

Con dos sencillas comparaciones el Señor Jesús nos habla de una doble responsabilidad en la misión de anunciar la buena nueva al mundo entero: la primera es la de "no desvirtuarnos", cuidar de no perder la fuerza y la capacidad de "salar"; la segunda es la de "hacer brillar nuestra luz delante de los hombres". Nuestra presencia en medio del mundo -enseña el Señor- ha de ser como la de una ciudad puesta en lo alto de un monte[2]: no puede ocultarse, es visible para todos. Esforzándonos por llevar día a día una vida cristiana coherente y luminosa, estamos llamados a ser un importante punto de referencia para la vida de muchos que, viendo nuestras buenas obras, darán gloria a nuestro Padre «que está en los cielos»[3].

Así hemos de profundizar en nuestro llamado a vivir bien y también a enseñar.

SER SAL: VIVIR DE ACUERDO A LA PROPIA IDENTIDAD

Primero, hay que vivir bien, y por ello el Señor Jesús nos compara con la sal. ¿Quién no quiere vivir bien? Todos lo queremos. Pero, ¿qué es vivir bien? Muchos creen que vivir bien es rodearse de riquezas, buscar constantemente gozar de placeres o dominar sobre los demás. Este "vivir bien", que constituye el horizonte de máxima aspiración para muchos, no puede apagar la sed de infinito del hombre. Otros piensan que vivir bien consiste en limitarse a no hacer mal a nadie, o -un poco más allá- buscar hacer el bien a los demás viviendo la filantropía. Sin embargo, este vivir bien en sentido ético, aunque bueno como tal, es también insuficiente al ser humano: tampoco sacia su sed de infinito.

El ser humano para vivir bien en el sentido pleno de la palabra necesita mucho más que eso, necesita ante todo saber quién es para poder ser quien es, es decir, al ser humano le urge conocerse a sí mismo, su identidad verdadera, para a partir de allí orientar decididamente toda su acción hacia la realización de aquello que está llamado a ser. Para vivir bien debo saber quién soy yo y vivir de acuerdo a eso que soy en verdad. Sólo así seré verdaderamente feliz.

SOY PERSONA HUMANA Y SOY CRISTIANO

Lo primero que descubro cuando reflexiono sobre mí mismo es que soy persona humana, es decir, que vivo y existo, no como existe una piedra, una planta o un animal, sino como ser humano. Descubro que soy un ser individual, singular, pero a la vez abierto y en relación con el ambiente y con otras personas humanas como yo, descubro que soy un ser para el encuentro y para la comunión, capaz de relacionarme con Dios.

Por la Revelación comprendo además que soy persona humana porque he sido creado por Dios, Comunión de Amor, a su imagen y semejanza. Lo que soy es un don de este único Dios personal.

Por la Revelación conozco también que luego del desorden y la muerte introducidos en el mundo por el pecado del hombre, y luego de la obra reconciliadora realizada por el Señor Jesús, asociado a la muerte y resurrección del Señor Jesús por el Bautismo, he llegado a ser una nueva criatura: soy cristiano[4].

A la pregunta Quién soy respondo entonces: soy persona humana y soy cristiano. Por Don de Dios, esa es mi identidad básica. Conocer esta realidad ontológica es fundamental para poder vivir bien, es decir, vivir de acuerdo a aquello que es mi naturaleza, vivir de acuerdo a aquello para lo que he sido creado. De eso depende mi felicidad. Si perdemos de vista quienes somos, dejaremos de obrar en conformidad con lo que somos. Entonces, como la sal, "nos desvirtuamos", perdemos la capacidad y fuerza para "dar sabor" a la vida de muchos, y nosotros mismos nos estropeamos.

SER LÁMPARA: DIFUNDIR LA LUZ RECIBIDA

Desde esa identidad hay que enseñar, y por ello el Señor Jesús nos compara con la luz que difunde una lámpara.

El modo como Dios Padre ha dispuesto en sus amorosos designios hacer brillar en el mundo su Luz, aquella que es la vida de los hombres[5], aquella que nos arranca de las tinieblas del pecado y de la muerte[6], es por la Encarnación de su Hijo[7], del seno inmaculado de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo. Pero asimismo ha querido difundir esta luz asociando también a todo hombre redimido a la misión de su Hijo.

Por el Bautismo el hombre pecador pasa de las tinieblas a la luz. En adelante está invitado a caminar como hijo de la luz[8], apareciendo ante los demás como una antorcha radiante. Así los cristianos «son la luz del mundo, ya que, iluminados por Él mismo, que es la Luz verdadera y eterna, se convirtieron ellos también en luz que disipó las tinieblas» [9]. Por la predicación, la enseñanza y el testimonio de una vida de intensa caridad, todo cristiano está llamado a difundir esa Luz que él mismo ha recibido, procurando incrementarla cada vez más en sí mismo.

CONCLUSIÓN

Cabe hacernos ahora y siempre una pregunta fundamental: ¿Cómo iluminaremos a los demás si no es con nuestras buenas obras, es decir, con obras que reflejen lo que somos y anunciamos? ¿De qué sirve que alguno de nosotros hable con mucha elocuencia si sus palabras no van precedidas y acompañadas por el "sabor" y fuerza que da a las palabras el testimonio de una vida cristiana coherente, nutrida de caridad?

No olvidemos que nuestra primera responsabilidad es la de ser santos desplegando los que somos por Don de Dios, y es que «la san­tidad es la verdadera fuerza capaz de transformar el mundo»[10]. De este modo, abriéndonos y cooperando intensamente con el dinamismo transformante de la gracia derramada continuamente en nuestros corazones, el Señor Jesús nos llama a ser hoy sal y luz para el mundo entero.

CITAS PARA MEDITAR
Guía para la Oración

¿Quien soy?

Soy persona humana:

Soy imagen y semejanza de Dios: Gén 2,7.
La grandeza del ser humano: Sal 8; 143[144],3.
Por lo que soy estoy llamado a participar de la vida divina: 2Pe 1,4.
Soy cristiano:

Por mi bautismo se me ha dado una nueva vida: Rom 6,3-6; Col 2,12-13.
Soy una nueva creación: 2 Cor 5,19.
He sido "revestido de Cristo": Gál 3,27.
Responder a lo que soy implica revestirme de Cristo: Rom 13,12-14; Flp 2,5; Ef 4,22-24; 6,10-12; Col 3,9-12.14-15.
Nuestra responsabilidad como cristianos:

Ser sal de la tierra: Mt 5,13.
Ser luz del mundo: Mt 5,14-16.
Ser como levadura que todo lo fermenta: Mt 13,33; Lc 13,21.
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

¿Qué significa para ti ser "sal de la tierra y luz del mundo"? ¿Con qué otro ejemplo explicarías esta realidad?
¿Qué opinas de las distintas formas de "vivir bien" que el mundo ofrece a los seres humanos?
¿Por qué es importante saber quién soy?
Es necesario conocerse bien para poder vivir plenamente. ¿Por qué?
¿Qué importancia tiene que seamos coherentes en nuestro testimonio si sabemos que estamos llamados a ser "luz del mundo"?
¿Crees que estás siendo "luz del mundo"? ¿Por qué?


[1] S.S. Juan Pablo I, primer Mensaje a la Iglesia y al mundo.

[2] Ver Mt 5, 14.

[3] Ver Mt 5,16.

[4] Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 1988.

[5] Jn 1,4.9.

[6] Ver Is 42,6-7.

[7] Ver Jn 12,46.

[8] Ef 5,8; 1Tes 5,5.

[9] San Cromacio.

[10] S.S. Juan Pablo II, Homilía del 19/5/96, n. 3.


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